29 de agosto de 2010

Markus Shulz

Este Dj y productor discográfico, nació en Alemania y desde que estaba en el colegio descubrió su pasión por la música.


Comenzó a hacer música en estudio desde 1993, pero en el 2000 consolidó el sonido que quería proyectar para todos sus seguidores, el cual llamó Coldharbour, en nombre de una calle en la que vivió en Brixton.


Ha trabajado con artistas de talla internacional, un ejemplo de ello es Maddonna y oy es conocido en el mundo como uno de los mejores por sus buenos sets y por su emisora que lo ha posicionado en el mundo de la electrónica.


Actualmente ya cuenta con su propio sello discrográfico llamado Coldharbour Recording, que pertenece a la agencia Armada, a la cual también pertenecen otros hitos en el Trance como Armin Van Buuren y Dash Berlín.

Crítica sobre la contemporaneidad

Cuando aquel anciano caminaba por esa calle fría y desolada, se encontró, de frente, con este gran mural, esta pared enorme, atestada de colores y de formas, que habían sido llenadas por el pulso de una multitud de jóvenes que quisieron dibujar sus historias.

El mural quería ser bello, buscaba ser agradable para la vista de los mortales, porque ya en ésta época, no importaba lo que pensaran los dioses. Sin embargo, aquel graffiti, a pesar de su gran tamaño, y de la diferencia entre sus caligrafías, lucía homogéneo. Reflejaba la tristeza que vivía aquella sociedad en ese lugar de la historia.

Representaba ese deseo de juventud eterna que traía de la mano el dolor de los años que nunca vuelven atrás y la frustración del deterioro de ese cuerpo que solo trata de funcionar en paz. Se veían esos cuerpos deseosos de ser reconocidos por otros, antes que por ellos mismos. Los hombres habían encontrado la manera de modificarlos para ocultar sus imperfecciones, pero cada cortada que los cirujanos marcaban para siempre sólo servía para recordarles qué tan imperfectos eran, y qué tan lejos estaban de lograr esa belleza efímera que sólo existe en los cuentos de hadas.

Las mujeres abandonaron su sonrisa, que provenía del alma y atravesaba sus pupilas. Eso sí que las hacía diosas del mundo. Ya nada salía a través de sus miradas. Pusieron tanto esmero en su cuerpo, que olvidaron su esencia misma, en la que su ternura y su vientre, representan la vida y la creación.

Único testigo: Una calle en Envigado

Tenía la mejor vista dentro del bus. La última silla en el rincón me dejó detallar cada pasajero, sin tener que ser yo, observada también. Me arrullaba la música de Iván y sus bam bam, y el bombillo amarillento que iluminaba el pasillo, me dejaba ver las sombras de las gotas del aguacero, que aún permanecían pegadas en las ventanas.

De repente ella se subió. Una morena de cabello corto y chuto pero muy bien planchado. Sus facciones gruesas resaltaban con su silueta delgada. Ella se veía serena, ningún rastro de frio en su rostro.

Treinta minutos después, se puso de pie, se colgó el bolso y lo puso bajo su brazo. Me ubiqué detrás de esta morena tan particular y esperé a que bajara del bus. El piso mojado me grito que fuera cuidadosa, si no quería embarrarme o pisar uno de tantos huecos en el andén.

Al cruzar la cuadra hacia la izquierda aumentó el ritmo de sus pasos y entró en una casa gris, de dos pisos. Un momento después, comencé a escuchar gritos perturbadores pero dos minutos fueron suficientes para escuchar el silencio total en toda la cuadra.

La morena salió despacio y en silencio con una bolsa negra en la mano. La tiró con el resto de la basura en la calle. De repente, un perro callejero se acercó a la basura, minutos después, y al oler la bolsa negra, cayeron unas gafas manchadas de sangre fresca. El perro las olió, pero rápidamente se alejó. El frío inmovilizó el ambiente de esa calle de Envigado. Allí nadie vio ni escuchó nada. Las gotas de agua continuaron cayendo de los árboles y el viento de la noche se paseó tranquilo por la cuadra.